Mírate
en el espejo
por Blanca Fernández Luna
Resumen
El presente artículo
trata de hacer un breve recorrido por la educación que tenemos y la que nos
gustaría (o deberíamos) tener. Invita a la reflexión de la labor docente,
partiendo de una ruptura de lo clásico (o hackeo), analizando los diferentes
perfiles profesionales que encontramos en los centros educativos, y concluyendo
con el modelo que debería ser imitado por todos los que se dediquen a la
educación y quieran ser partícipes de ese cambio. Es una reflexión basada en
diversos artículos y libros que profundizan en el tema, así como en debates y
reflexiones grupales llevadas a cabo en el marco del Máster en Educación y
Comunicación en la Red de la Universidad Nacional de Educación a Distancia.
Palabras
clave
Cambios en la educación, hackeo de la educación,
educación centrada en el proceso, EMIRECs
Abstract
This paper aims at making a short tour around the
education we have and that we would (and should) like having. It encourages to
reflect on teaching, starting by breaking with the ordinary (hacking), then analyzing
the various professional profiles that can be found in schools, and finally
proposing a model for education which should be implemented by everyone in the
job wanting to be part of this change. The present one is a reflection based on
several papers and books that explore the topic deeper, as well as on debates
and group discussions framed within the Master’s Degree in Online Education and
Communication, of the National University of Distance Education.
Key words
Changes in education, education hacking, process-focused
education, EMIRECs
Introducción
“Mírate en el espejo” es una
frase que yo, como profesora de educación secundaria, repito a menudo a mi
alumnado cuando centran el foco de atención en alguno de sus compañeros/as por
haber hecho algo erróneamente. Es entonces cuando los invito a la reflexión: “¿Acaso
tú no cometes errores también? ¿Es que somos todos iguales, o, por el contrario,
cada uno tenemos nuestras virtudes y nuestros defectos? ¿No sería más
interesante analizar por qué se ha equivocado el compañero/a, antes de criticar
o mofarse de su error?”. Son algunas de las cuestiones que les planteo. La
respuesta suele ser, por lo general, cabeza gacha, asentimiento en voz baja y
silencio sepulcral. Para romperlo, suelo añadir: “Los profesores también nos
equivocamos, y es un buen ejercicio de reflexión autoevaluarse y cambiar
aquellos aspectos que consideremos que estén mal o podrían estar mejor. Nadie
es perfecto. Todos aprendemos: vosotros y yo”.
Este análisis sobre ver los
errores de los demás antes que los propios (como bien plasma el refranero
español “Vemos la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio”) propone ese
necesario ejercicio de autoevaluación que todos necesitamos, especialmente los
educadores, ya que en nuestras manos se encuentra el futuro de la sociedad.
Durante las siguientes líneas
reflexionaré acerca de los campos de la educación que deben ser evaluados y
cambiados desde la figura del propio educador (en función de las necesidades y
exigencias de la sociedad actual), el motivo por el cual estos cambios no se
han realizado anteriormente, y qué cambios se antojan necesarios para formar
una sociedad crítica y libre de la manipulación latente en los últimos años.
Hackeo de la educación
Para todo aquél que provenga
del mundo de la informática, es probable que supiera la definición exacta de
“hacker”. Para aquellos que, como yo, provenimos de campos no tan cercanos, la
palabra “hacker” implicaba una connotación negativa: alguien que hace algo en
contra de la ley mediante el uso de Internet. Nada más lejos de la realidad.
Podríamos decir que el término se puede extrapolar a cualquier ámbito de la
vida cotidiana, resumiéndolo en que alguien que hackea es aquella persona “que se apropia de los recursos que tiene a
su disposición para proponer un cambio que pretende operar en su entorno para
pensar en nuevas direcciones, para ofrecer una visión contrahegemónica de los
modelos establecidos” (D. García, 2018).
En educación, “hackear” hace
referencia a una ruptura con lo establecido: aprender a desaprender, romper con
el esquema prefijado con el que fuimos enseñados. Tal como lo comentan R.
Aparici, C. Escaño y D. García (2018), la estimulación de las artes y las
ciencias sociales promueven la creatividad y desarrollan el pensamiento
crítico, mientras que, en la realidad de nuestra educación actual, aquellas
materias como matemáticas y lengua que se encuentran en la cúspide (es decir,
que se consideran más importantes, relegando al resto a 2ª y 3ª “categorías”)
no hacen sino coartar ese libre pensamiento que queremos infundir en los
ciudadanos del mañana.
Mediante este “hackeo de la
educación” se pretende crear individuos únicos y diferentes entre sí, en
contraste con la creación de máquinas que reproduzcan una y otra vez patrones
prefijados, tal como el sistema neoliberal que domina el mundo quiere:
individuos que trabajen para el sistema que lideran unos pocos, que se
conformen, que no sean capaces de discernir lo bueno de lo malo e incapaces de
luchar por unos derechos que ya se ganaron, pero que poco a poco estamos volviendo
a perder. Es alarmante el parecido entre las fábricas de producción (originadas
en la 1ª Revolución Industrial hace más de 200 años) y las escuelas de hoy en
día:
-
El timbre: marcando el final de la jornada
laboral en las fábricas y el final de la jornada de estudio en las escuelas.
-
La distribución de tareas en las fábricas y la
compartimentación del conocimiento en materias en las escuelas.
El éxito en la educación solo
se conseguirá si ésta es integral (aprendizaje por proyectos, por ejemplo) y
haciendo al educando partícipe de su educación y aprendizaje, rompiendo la
linealidad tradicional y dejando que se desarrolle críticamente. Esto nos lleva
al segundo apartado de la presente reflexión.
Tipos de educación
Si bien cada una de las
personas que nos dedicamos a la educación somos capaces de poner etiquetas a
todos los compañeros y compañeras que hemos ido conociendo en nuestro camino
como docentes, nadie mejor que Kaplún (2011) establece una clasificación simple
y esclarecedora sobre los tipos de educación que existen y, por tanto, sobre
los tipos de educadores. Muchos de nosotros, incluso, nos hemos podido sentir
identificados con cada uno de ellos en diferentes momentos de nuestra carrera
docente, porque lo cierto es que no nacemos sabiendo, y la enseñanza es un
camino, no una meta, de igual modo que el aprendizaje es un proceso que no
tiene fin.
Kaplún plantea tres sistemas de
educación. De menor a mayor implicación y autoevaluación, él mismo los apoda
como: sistema bancario, sistema manipulador y sistema liberador. Bajo mi punto
de vista, los perfiles del profesorado que se amoldan a cada sistema educativo suelen
ser los siguientes:
1º. El
sistema bancario (llamado sistema que pone énfasis en los contenidos): profesor/a
tradicional, habitualmente más mayor, cuya educación se basaba en la
memorística. Ciertas personas consideran que era una educación más completa,
pero no podemos olvidar el marco en el que se englobaba antiguamente la
educación: imposición, autoritarismo, libertades coartadas… Además de que,
habitualmente, lo aprendido de memoria, se olvida con facilidad.
2º. El
sistema manipulador (énfasis en los efectos): profesor/a habitualmente joven,
que quiere cumplir con todo el currículo con nuevas técnicas aprendidas en sus
recién terminados estudios, pero sin salirse de una bibliografía que toma como
modelo único y exclusivo: el libro de texto. Peca de falta de reflexión, sin
proponer a crítica los contenidos que le viene dados, tomando un único saber como
válido, pudiendo ser, en ocasiones, falso o incompleto.
3º. El
sistema liberador (énfasis en el proceso): profesor/a de mediana edad, que
tiene la suficiente experiencia como para haber aprendido a valerse del sistema
para hackearlo, pero no tanta como para haberse cansado de la profesión y tirar
por la vía fácil (sistema bancario o tradicional). Busca que el alumnado cree
su propio saber y conocer mediante la creación de conflictos, valiéndose de la
experimentación, el debate, la superación y reflexión de errores, etc. Es el
docente que se interesa, pero sobre todo el que guía, motiva, propone
preguntas… (Kaplún, 2011).
Difícilmente encontramos
ejemplos en este tercer grupo, pero la crítica no debe recaer únicamente en el
educador. Si analizamos la situación desde fuera, cada docente se ve sujeto a
un sistema educativo impuesto externamente, creado sin la participación de los
que día a día entran en las aulas. En definitiva: un sistema educativo poco
realista, que somete al educador a cumplir currículos imposibles en condiciones
extremas (ratio, recursos, profesorado de apoyo, etc.).
Sin embargo, analizando con
perspectiva, hay mucho que se puede y se necesita hacer desde dentro. Es verdad
que el currículo limita, pero no impide crear y hacer que creen. Es decisión,
pues, de cada uno qué tipo de docente quiere ser: el que repite lo de siempre
(cubos que se llenan de información), el que manipula (máquinas sin poder
decisión) o el que rompe con lo establecido (ciudadanos críticos). Me atrevería
a asegurar que, poniendo cada concepto en su lugar, cualquiera elegiría el
último modelo. Pero no es tan sencillo. Decantarse por uno es fácil; llevarlo a
la práctica requiere un trabajoso ejercicio de autoevaluación de la propia
labor docente (mirarse en el espejo).
EMIRECS
El último sistema, el bueno, el
liberador, se basa en una doble vía de traspaso de información, donde emisor y
receptor intercambian sus funciones continuamente, produciéndose mayor fluidez
en la comunicación, así como aprendizaje por ambas partes. Es lo que R. Aparici
y D. García en varios de sus trabajos denominan como EMIRECS (EMIsor –
RECeptor).
El concepto de EMIREC se enlaza
directamente con el tercer sistema de educación de Kaplún, que sienta sus bases
en la igualdad de ambas partes (educador y educando) y propone como educación
implacable la que se produce en grupo, aunque con la guía imprescindible del
docente, ya que “es cierto que ‘nadie
educa nadie’”, pero también “que
‘nadie se educa solo’”.
Esta idea enseñanza grupal y
activa se ve reforzada por una investigación realizada por C. Blair, en la que
se plasma que las diferentes maneras de aprender para los educandos, desde la
menos eficaz (pasiva) hasta la más eficaz (activa). Esta gráfica, traducida del
inglés, no deja lugar a dudas:
El feedback se hace cada vez más necesario en la educación, pero no
cualquier tipo, sino aquél que invite a la reflexión tanto del alumnado como
del profesorado. Aquél que provoque sed de saber y conocer.
Conclusiones
Está claro: no nacemos
sabiendo. Pero durante la evolución de nuestro saber, no se nos ha enseñado a
“aprender a aprender”. ¿Cómo es posible, entonces, que enseñemos algo que no
nos fue enseñado? Ahí reside el principal problema: repetimos lo que
aprendimos. Por eso necesitamos hoy aprender a desaprender, para comenzar de
nuevo y romper esquemas, para empezar a “aprender a aprender”. Mirarnos en el
espejo y decir “¿Qué profesor/educador/comunicador quiero ser?” Y construir
desde ahí. Por mi futuro. Por su futuro. Por el futuro de todos.
Bibliografía
Aparici, R., Escaño, C. & García Marín, D.
(2018). La otra educación. Pedagogías críticas para el siglo XXI.
Madrid: Universidad Nacional de Educación a Distancia.
Kaplún, M.
(1998). Una pedagogía de la comunicación. Madrid: De la Torre.
Aparici, R.,
García Marín, D. (2018). Prosumidores y emirecs: Análisis de dos teorías
enfrentadas. Comunicar. XXVI
(55), pp. 71-79.
Blair, C. (2008). The Learning Pyramid. Alexandria, VA,
USA: NTL Institute for Applied Behavioral Sciences.
García
Marín, D. (noviembre de 2018). Educación hacker y activismo. En 3er
chat de la asignatura Educación y Comunicación en la Red del máster del mismo
nombre. Chat llevado acabo online a través de una plataforma de la UNED.