sábado, 15 de diciembre de 2018

Mírate en el espejo - Educación y Comunicación en la Red


Mírate en el espejo

por Blanca Fernández Luna


Resumen

El presente artículo trata de hacer un breve recorrido por la educación que tenemos y la que nos gustaría (o deberíamos) tener. Invita a la reflexión de la labor docente, partiendo de una ruptura de lo clásico (o hackeo), analizando los diferentes perfiles profesionales que encontramos en los centros educativos, y concluyendo con el modelo que debería ser imitado por todos los que se dediquen a la educación y quieran ser partícipes de ese cambio. Es una reflexión basada en diversos artículos y libros que profundizan en el tema, así como en debates y reflexiones grupales llevadas a cabo en el marco del Máster en Educación y Comunicación en la Red de la Universidad Nacional de Educación a Distancia.

Palabras clave

Cambios en la educación, hackeo de la educación, educación centrada en el proceso, EMIRECs

Abstract

This paper aims at making a short tour around the education we have and that we would (and should) like having. It encourages to reflect on teaching, starting by breaking with the ordinary (hacking), then analyzing the various professional profiles that can be found in schools, and finally proposing a model for education which should be implemented by everyone in the job wanting to be part of this change. The present one is a reflection based on several papers and books that explore the topic deeper, as well as on debates and group discussions framed within the Master’s Degree in Online Education and Communication, of the National University of Distance Education.

Key words

Changes in education, education hacking, process-focused education, EMIRECs


Introducción

“Mírate en el espejo” es una frase que yo, como profesora de educación secundaria, repito a menudo a mi alumnado cuando centran el foco de atención en alguno de sus compañeros/as por haber hecho algo erróneamente. Es entonces cuando los invito a la reflexión: “¿Acaso tú no cometes errores también? ¿Es que somos todos iguales, o, por el contrario, cada uno tenemos nuestras virtudes y nuestros defectos? ¿No sería más interesante analizar por qué se ha equivocado el compañero/a, antes de criticar o mofarse de su error?”. Son algunas de las cuestiones que les planteo. La respuesta suele ser, por lo general, cabeza gacha, asentimiento en voz baja y silencio sepulcral. Para romperlo, suelo añadir: “Los profesores también nos equivocamos, y es un buen ejercicio de reflexión autoevaluarse y cambiar aquellos aspectos que consideremos que estén mal o podrían estar mejor. Nadie es perfecto. Todos aprendemos: vosotros y yo”.
Este análisis sobre ver los errores de los demás antes que los propios (como bien plasma el refranero español “Vemos la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio”) propone ese necesario ejercicio de autoevaluación que todos necesitamos, especialmente los educadores, ya que en nuestras manos se encuentra el futuro de la sociedad.
Durante las siguientes líneas reflexionaré acerca de los campos de la educación que deben ser evaluados y cambiados desde la figura del propio educador (en función de las necesidades y exigencias de la sociedad actual), el motivo por el cual estos cambios no se han realizado anteriormente, y qué cambios se antojan necesarios para formar una sociedad crítica y libre de la manipulación latente en los últimos años.


Hackeo de la educación

Para todo aquél que provenga del mundo de la informática, es probable que supiera la definición exacta de “hacker”. Para aquellos que, como yo, provenimos de campos no tan cercanos, la palabra “hacker” implicaba una connotación negativa: alguien que hace algo en contra de la ley mediante el uso de Internet. Nada más lejos de la realidad. Podríamos decir que el término se puede extrapolar a cualquier ámbito de la vida cotidiana, resumiéndolo en que alguien que hackea es aquella persona “que se apropia de los recursos que tiene a su disposición para proponer un cambio que pretende operar en su entorno para pensar en nuevas direcciones, para ofrecer una visión contrahegemónica de los modelos establecidos” (D. García, 2018).
En educación, “hackear” hace referencia a una ruptura con lo establecido: aprender a desaprender, romper con el esquema prefijado con el que fuimos enseñados. Tal como lo comentan R. Aparici, C. Escaño y D. García (2018), la estimulación de las artes y las ciencias sociales promueven la creatividad y desarrollan el pensamiento crítico, mientras que, en la realidad de nuestra educación actual, aquellas materias como matemáticas y lengua que se encuentran en la cúspide (es decir, que se consideran más importantes, relegando al resto a 2ª y 3ª “categorías”) no hacen sino coartar ese libre pensamiento que queremos infundir en los ciudadanos del mañana.
Mediante este “hackeo de la educación” se pretende crear individuos únicos y diferentes entre sí, en contraste con la creación de máquinas que reproduzcan una y otra vez patrones prefijados, tal como el sistema neoliberal que domina el mundo quiere: individuos que trabajen para el sistema que lideran unos pocos, que se conformen, que no sean capaces de discernir lo bueno de lo malo e incapaces de luchar por unos derechos que ya se ganaron, pero que poco a poco estamos volviendo a perder. Es alarmante el parecido entre las fábricas de producción (originadas en la 1ª Revolución Industrial hace más de 200 años) y las escuelas de hoy en día:
-          El timbre: marcando el final de la jornada laboral en las fábricas y el final de la jornada de estudio en las escuelas.
-          La distribución de tareas en las fábricas y la compartimentación del conocimiento en materias en las escuelas.
El éxito en la educación solo se conseguirá si ésta es integral (aprendizaje por proyectos, por ejemplo) y haciendo al educando partícipe de su educación y aprendizaje, rompiendo la linealidad tradicional y dejando que se desarrolle críticamente. Esto nos lleva al segundo apartado de la presente reflexión.


Tipos de educación

Si bien cada una de las personas que nos dedicamos a la educación somos capaces de poner etiquetas a todos los compañeros y compañeras que hemos ido conociendo en nuestro camino como docentes, nadie mejor que Kaplún (2011) establece una clasificación simple y esclarecedora sobre los tipos de educación que existen y, por tanto, sobre los tipos de educadores. Muchos de nosotros, incluso, nos hemos podido sentir identificados con cada uno de ellos en diferentes momentos de nuestra carrera docente, porque lo cierto es que no nacemos sabiendo, y la enseñanza es un camino, no una meta, de igual modo que el aprendizaje es un proceso que no tiene fin.
Kaplún plantea tres sistemas de educación. De menor a mayor implicación y autoevaluación, él mismo los apoda como: sistema bancario, sistema manipulador y sistema liberador. Bajo mi punto de vista, los perfiles del profesorado que se amoldan a cada sistema educativo suelen ser los siguientes:
1º. El sistema bancario (llamado sistema que pone énfasis en los contenidos): profesor/a tradicional, habitualmente más mayor, cuya educación se basaba en la memorística. Ciertas personas consideran que era una educación más completa, pero no podemos olvidar el marco en el que se englobaba antiguamente la educación: imposición, autoritarismo, libertades coartadas… Además de que, habitualmente, lo aprendido de memoria, se olvida con facilidad.
2º. El sistema manipulador (énfasis en los efectos): profesor/a habitualmente joven, que quiere cumplir con todo el currículo con nuevas técnicas aprendidas en sus recién terminados estudios, pero sin salirse de una bibliografía que toma como modelo único y exclusivo: el libro de texto. Peca de falta de reflexión, sin proponer a crítica los contenidos que le viene dados, tomando un único saber como válido, pudiendo ser, en ocasiones, falso o incompleto.
3º. El sistema liberador (énfasis en el proceso): profesor/a de mediana edad, que tiene la suficiente experiencia como para haber aprendido a valerse del sistema para hackearlo, pero no tanta como para haberse cansado de la profesión y tirar por la vía fácil (sistema bancario o tradicional). Busca que el alumnado cree su propio saber y conocer mediante la creación de conflictos, valiéndose de la experimentación, el debate, la superación y reflexión de errores, etc. Es el docente que se interesa, pero sobre todo el que guía, motiva, propone preguntas… (Kaplún, 2011).
Difícilmente encontramos ejemplos en este tercer grupo, pero la crítica no debe recaer únicamente en el educador. Si analizamos la situación desde fuera, cada docente se ve sujeto a un sistema educativo impuesto externamente, creado sin la participación de los que día a día entran en las aulas. En definitiva: un sistema educativo poco realista, que somete al educador a cumplir currículos imposibles en condiciones extremas (ratio, recursos, profesorado de apoyo, etc.).
Sin embargo, analizando con perspectiva, hay mucho que se puede y se necesita hacer desde dentro. Es verdad que el currículo limita, pero no impide crear y hacer que creen. Es decisión, pues, de cada uno qué tipo de docente quiere ser: el que repite lo de siempre (cubos que se llenan de información), el que manipula (máquinas sin poder decisión) o el que rompe con lo establecido (ciudadanos críticos). Me atrevería a asegurar que, poniendo cada concepto en su lugar, cualquiera elegiría el último modelo. Pero no es tan sencillo. Decantarse por uno es fácil; llevarlo a la práctica requiere un trabajoso ejercicio de autoevaluación de la propia labor docente (mirarse en el espejo).


EMIRECS

El último sistema, el bueno, el liberador, se basa en una doble vía de traspaso de información, donde emisor y receptor intercambian sus funciones continuamente, produciéndose mayor fluidez en la comunicación, así como aprendizaje por ambas partes. Es lo que R. Aparici y D. García en varios de sus trabajos denominan como EMIRECS (EMIsor – RECeptor).
El concepto de EMIREC se enlaza directamente con el tercer sistema de educación de Kaplún, que sienta sus bases en la igualdad de ambas partes (educador y educando) y propone como educación implacable la que se produce en grupo, aunque con la guía imprescindible del docente, ya que “es cierto que ‘nadie educa nadie’”, pero también “que ‘nadie se educa solo’”.
Esta idea enseñanza grupal y activa se ve reforzada por una investigación realizada por C. Blair, en la que se plasma que las diferentes maneras de aprender para los educandos, desde la menos eficaz (pasiva) hasta la más eficaz (activa). Esta gráfica, traducida del inglés, no deja lugar a dudas:

El feedback se hace cada vez más necesario en la educación, pero no cualquier tipo, sino aquél que invite a la reflexión tanto del alumnado como del profesorado. Aquél que provoque sed de saber y conocer.


Conclusiones

Está claro: no nacemos sabiendo. Pero durante la evolución de nuestro saber, no se nos ha enseñado a “aprender a aprender”. ¿Cómo es posible, entonces, que enseñemos algo que no nos fue enseñado? Ahí reside el principal problema: repetimos lo que aprendimos. Por eso necesitamos hoy aprender a desaprender, para comenzar de nuevo y romper esquemas, para empezar a “aprender a aprender”. Mirarnos en el espejo y decir “¿Qué profesor/educador/comunicador quiero ser?” Y construir desde ahí. Por mi futuro. Por su futuro. Por el futuro de todos.


Bibliografía
Aparici, R., Escaño, C. & García Marín, D. (2018). La otra educación. Pedagogías críticas para el siglo XXI. Madrid: Universidad Nacional de Educación a Distancia.
Kaplún, M. (1998). Una pedagogía de la comunicación. Madrid: De la Torre.
Aparici, R., García Marín, D. (2018). Prosumidores y emirecs: Análisis de dos teorías enfrentadas. Comunicar. XXVI (55), pp. 71-79.
Blair, C. (2008). The Learning Pyramid. Alexandria, VA, USA: NTL Institute for Applied Behavioral Sciences.
García Marín, D. (noviembre de 2018). Educación hacker y activismo. En 3er chat de la asignatura Educación y Comunicación en la Red del máster del mismo nombre. Chat llevado acabo online a través de una plataforma de la UNED.


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